sábado, 5 de octubre de 2013

Música.

Algunas veces, me siento triste sin saber por qué. Al igual que Holly en sus días rojos, nada me parece bien, nada me consuela; pero yo no tengo un Tiffany's al que ir para que todo mi mundo se calme. Tengo personas, tengo la música, que nunca te da de lado. Aun así, no siempre es suficiente. Las personas que siempre han estado a mi alrededor cambian; cambian sus intereses, sus objetivos, su forma de ser, cambian tanto que parece que ya no las conozca. O quizá quien cambia soy yo, y no me doy cuenta. No intento cambiar, solo trato de ser buena, de ser perfecta o, al menos, de llegar al nivel de los demás. 
Sin embargo, llega ese día rojo en el que me doy cuenta de que, al final, puede que los demás hayan cambiado, pero yo sigo igual. Por un fugaz momento imaginé que era más madura, más lista, que era mejor. No es así; aunque compre ropa nueva, aunque cambie mi peinado o mi forma de hablar, incluso de pensar, sigo siendo la misma que hace un año, que hace dos o diez. 
Algunas veces me digo que tengo el síndrome de Peter Pan, y que no quiero crecer nunca. Tampoco es cierto. Quiero cambiar, mejorar, ¿madurar?
En momentos como esos, cuando no te quedan las personas, ni siquiera te tienes a ti, es cuando te queda la música.