Entiende mis pequeñas manías. Entiende mis defectos. Entiende que pida café para luego dejar que se enfríe en la taza. Entiende que odie la lluvia pegajosa de verano y disfrute con las tormentas de otoño. Entiende que me proponga miles de nuevos objetivos y apenas alcance ninguno. Entiende que odie partes de mí que tú adoras. Entiende que siempre quiera tener la última palabra, con o sin razón. Entiende que no pretendo herir a nadie, tan solo defenderme a mí misma. Entiende que si te niego un beso, no es que no quiera dártelo; quizá es que solo quiero ver si insistes en pedirlo. Entiende que Titanic no logre hacerme llorar, y sin embargo lo consiga una crítica tonta. Entiende que me queje de mi cuerpo mientras ahogo las penas en helado. Entiende que una novela pueda hacerme sentir con más intensidad que una película. Entiende que me obsesione con algo distinto todas las semanas para después dejarlo de lado. Entiende que la música me hable más y mejor que muchas personas, y que por eso siempre llevo los cascos puestos. Entiende que quiera contarte el libro que me estoy leyendo, aunque sepa que no te apetece oírlo. Entiende que me ría en los momentos menos apropiados, o que me quede seria cuando debería reír. Entiende que muchas veces no te entienda.
Entiende que para mí el amor no es eternidad, no es grandeza, no es pasión, ni risas, ni sexo. Entiende que encuentre el amor en los pequeños detalles, en el día a día, en los secretos compartidos, en los abrazos en el momento preciso, en las peleas a gritos que terminan en llanto a las dos de la madrugada y en reconciliación a las tres, en que me sigas cuando me alejo, en que me aleje lento, por si me sigues.
Lo cierto es que no pretendo que me entiendas: me basta con que me quieras.